Estudio promueve el uso de prácticas basadas en evidencia entre profesionales de la salud mental en Puerto Rico
Las prácticas basadas en evidencia son métodos de tratamiento o prevención que han sido exitosos en estudios clínicos o comunitarios. Maximizan la relación costo-eficacia y la posibilidad de éxito en el cuidado de la salud mental, pero la mitad de los profesionales de este campo en Puerto Rico no saben cómo implantarlas.
Un nuevo estudio publicado por Natalia Giraldo Santiago, investigadora posdoctoral en el Hospital General de Massachusetts, evaluó las necesidades y actitudes de los profesionales de la salud mental en la isla en cuanto al uso de las prácticas basadas en evidencia. Sus resultados sugirieron que la mayoría de los trabajadores sociales, psicólogos y consejeros encuestados favorecían su uso, pero que factores socioeconómicos y culturales pudieran ser barreras en su implantación.
Giraldo Santiago, quien se formó como trabajadora social en la Universidad de Puerto Rico Recinto de Río Piedras, emprendió el estudio en respuesta al problema urgente de salud mental en el país. En Puerto Rico, el 19% de las personas padece de problemas de esta índole y el 24%, de uso y abuso de sustancias.
Las prácticas basadas en evidencia son “como una guía para ayudar a los proveedores a dar un cuidado igualitario, un cuidado de calidad a todas las personas afectadas”, destacó la investigadora.
“Si uno reconoce la responsabilidad ética que uno tiene, las competencias que debe mostrar, tiene el uso de prácticas basadas en evidencia bien presente y sale bien natural”, expresó, por su parte, Patricia Landers Santiago, presidenta de la Asociación de Psicología de Puerto Rico.
Según el estudio de Giraldo Santiago, el 75% de los profesionales de la salud mental percibió las prácticas basadas en evidencia como aptas para la población puertorriqueña, pero el 51% no sabía cómo accederlas y el 44% no había recibido educación en el año previo sobre su uso.
Encontró, también, que la población puertorriqueña encuestada era menos favorable al uso de prácticas basadas en evidencia en comparación con muestras estadounidenses e internacionales analizadas por otros investigadores.
Entonces, si estas prácticas son tan efectivas, ¿por qué no son generalizadas?
Parte tiene que ver con los requisitos de la Ley de Salud Mental de Puerto Rico (Ley 408-2000). Aunque el estatuto promueve el uso de prácticas eficaces y rigurosas, permite, en el caso de tratamientos de adicción por parte de organizaciones de base comunitaria, el uso de prácticas “históricas, tradicionales y ordinarias” que no necesariamente han sido probadas científicamente.
Lili Sardiñas, miembro del Evidence-Based Working Group manejado por el grupo Nexos, explicó que la transición de prácticas tradicionales a prácticas basadas en evidencia puede ser complicada. “Cuando se introdujeron las prácticas basadas en evidencia, había mucha resistencia porque uno está acostumbrado a hacer las cosas de su manera”, dijo, “pero esto es normal”.
Con el tiempo, Sardiñas notó un aumento en los proveedores de fondos que requerían el uso de estas prácticas para financiar un proyecto y, por lo tanto, en el número de profesionales que las utilizaban.
Aun así, incluso cuando los profesionales tengan la voluntad, “no recibir un buen salario les limita”, señaló Giraldo Santiago. “Es difícil movernos en la dirección de usar estas prácticas cuando hay más de un 40% con dos, tres, cuatro trabajos. La gente no tiene la capacidad de moverse hacia esa dirección”.
Adoptar una práctica basada en evidencia requiere tiempo y esfuerzo considerables. Hay que buscar entre cientos de opciones para encontrar la práctica más adecuada para el paciente, leer manuales y tomar lecciones para entender cómo implantarla y, en muchas ocasiones, adaptar un estudio hecho en una población estadounidense para los boricuas.
El Grupo Nexos mantiene el Archivo PBE, el cual reúne descripciones detalladas de 562 prácticas basadas en evidencia para facilitar el acceso de los profesionales a estas. Su base de datos contiene los manuales traducidos al español.
“La adaptación de estas prácticas a Puerto Rico es superimportante”, enfatizó. “Hay que considerar el lenguaje, la religión, todos los factores socioeconómicos”.
Afortunadamente, esta adaptación está ocurriendo a nivel del campo y del país. “La psicología ahora está tratando de abrirse a recursos de Latinoamérica, de otros países, para que nosotros hagamos una psicología criolla”, añadió Landers Santiago. “Que la psicología sea puertorriqueña para los puertorriqueños y las puertorriqueñas”.
Tanto las expertas entrevistadas como la mayoría de los profesionales encuestados ven las prácticas basadas en evidencia como necesarias para esta psicología puertorriqueña.
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