Rompiendo el ciclo de la pobreza y sus efectos sobre la salud mental
La pobreza no solo limita el acceso de las personas a recursos materiales, también tiene un impacto profundo en la salud mental. Un estudio realizado en varios países subraya esta relación y va más allá: la pobreza afecta la capacidad de autorregulación de las personas, lo que a su vez incrementa el riesgo de desarrollar depresión, ansiedad y trauma. (Lund C et al. Strengthening self-regulation and reducing poverty to prevent adolescent depression and anxiety). Este vínculo es particularmente crítico entre adolescentes, quienes enfrentan un desarrollo psicosocial comprometido por las condiciones adversas de su entorno.
En Puerto Rico, donde el 57% de los niños y jóvenes viven bajo el umbral de la pobreza, es urgente romper con este ciclo. El enfoque debe ir más allá de lo económico y requiere integrar dos acercamientos a nivel socioemocional: el preventivo y el remediador. La epigenética ha demostrado que los efectos del trauma podrían transmitirse genéticamente de una generación a otra. Tomando esto en cuenta, es crucial intervenir desde etapas tan tempranas como la gestación.
Por ejemplo, las personas gestantes expuestas a los traumas que acarrea la pobreza necesitan acceso a servicios de apoyo que prevengan la transmisión intergeneracional del trauma mismo. Existen programas de cernimiento y apoyo que promueven el desarrollo positivo desde el embarazo y durante la crianza. También, hay programas que promueven la capacitación de los padres y cuidadores para estimular su desarrollo socioemocional y enfrentar el trauma. Desde el nacimiento y en las etapas cruciales de vida, los niños y las familias en situación de pobreza deben recibir estas intervenciones preventivas, complementadas con programas de apoyo basados en evidencia que promuevan un desarrollo saludable.
El enfoque preventivo debe ir más allá del componente emocional y atender otros aspectos como el desarrollo laboral, la educación financiera y la formación profesional. El objetivo es que tanto los niños como sus familias reciban un acompañamiento constante que asegure un desarrollo emocional óptimo, y que en el proceso encuentren caminos viables para salir de la situación de pobreza.
Para aquellas familias que ya presentan afecciones emocionales, es necesario incluir el enfoque remediador, garantizando acceso a servicios terapéuticos adecuados. Estos servicios deben estar diseñados para atender las necesidades individuales y las dinámicas familiares. Los adultos también deben recibir apoyo para desarrollar la capacidad de regular sus emociones más allá del contexto familiar. Por ejemplo, en el ambiente laboral, tanto los empleados que provienen de contextos de pobreza como aquellos que trabajan en entornos desafiantes requieren un acompañamiento socioemocional continuo que les permita gestionar el estrés y el trauma que enfrentan.
Las herramientas para impulsar ambos enfoques (preventivo y remediador) ya existen, pero se implementan a muy baja escala en Puerto Rico. No obstante, hay recursos estatales y federales así como entidades privadas y organizaciones sin fines de lucro que están trabajando en conjunto, partiendo de un enfoque de Impacto Colectivo, para llevar dichas intervenciones a escala. Esto asegurará que nuestros niños, jóvenes y familias puedan romper el ciclo de la pobreza, alcanzando su máximo potencial.
(Publicado originalmente en la sección de Opinión de El Nuevo Día.)
Related Posts
Justicia juvenil: hay que mejorar los servicios para la niñez y juventud
La delincuencia juvenil en Puerto Rico es una situación que genera gran...
Justicia restaurativa para atender la delincuencia juvenil
Cuando un niño o joven se involucra con el sistema de justicia juvenil se...
Apoyo a los primeros respondedores
Las mejores prácticas en el manejo de emergencia prescriben que los primeros...
Terapia familiar funcional para jóvenes en conflicto con la ley
Vivimos un momento histórico para nuestra niñez y juventud, en el que las...