La normalización del trauma histórico
Deshumanizar sistemáticamente a un grupo étnico, como lo hizo un comediante invitado y aprobado por la campaña de Donald Trump, es el ejemplo más reciente de lo que los científicos sociales conocemos como eventos que perpetúan el trauma histórico. El trauma histórico, según definido por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos, es un trauma colectivo infligido contra personas que comparten una identidad étnica, racial, cultural, nacional o religiosa. Su efecto se transmite generacionalmente y se caracteriza por la acumulación de heridas emocionales y psicológicas que provienen de experiencias grupales masivas. Algunos ejemplos de estos eventos son la esclavitud, la colonización y la migración forzada.
A 126 años de relación con los Estados Unidos, el comentario de “la isla de basura” es el ejemplo más reciente de una trayectoria que perpetúa nuestro trauma colectivo. Hagamos un recuento: tras dos años de gobierno militar (1900, Ley Foraker), tomó 19 años otorgar la ciudadanía a los puertorriqueños (1917, Ley Jones). La década del 30 fue una de represión política, seguida por dos décadas de esterilización masiva a mujeres como estrategia para combatir la pobreza. La represión política continuó con incidentes como el Cerro Maravilla. En la década del 80 fue el agente Naranja y después los eventos contra la marina en Vieques. En el nuevo siglo, sufrimos la desigualdad sistemática en programas federales, la ley PROMESA y la respuesta ineficaz ante desastres naturales.
El legado de Trump es parte de ese último tramo. Desde 2017 al 2021, Puerto Rico sufrió una respuesta federal ineficaz tras el huracán María con recortes sistemáticos a programas de asistencia. Se congelaron millones en fondos para la prevención de la delincuencia juvenil, hubo intentos de desmantelar el Affordable Care Act y se nos excluyó de programas para el desarrollo económico. El símbolo más denigrante de toda esta política fue aquel arrojó con desdén de un rollo papel toalla.
Este trauma histórico impacta la salud física y mental. ¿Qué podemos hacer para mitigar este efecto? Se requiere un enfoque integral y basado en evidencia, con intervenciones multinivel que ayuden a procesar el trauma y desarrollar resiliencia. Una de estas intervenciones promueve el derecho colectivo a contar nuestra propia historia.
El uso de la historia de origen para atender el trauma histórico es una estrategia poderosa. Facilitar espacios donde las personas puedan compartir sus historias de origen y experiencias traumáticas ayuda a validar sus vivencias. Crear narrativas colectivas también ayuda a educar a las nuevas generaciones y fortalecer la identidad. Incluir la historia de origen en la educación formal fomenta el sentido de pertenencia y ayuda a desmitificar el trauma. Utilizar el arte y otras formas de expresión para contar historias de origen puede ser terapéutico y proporcionar una salida.
Estrategias como esta ayudan a abordar el trauma y promueven la cohesión social y el empoderamiento comunitario. El orgullo cultural es una herramienta esencial para sanar el trauma histórico. Al celebrar nuestra identidad, creamos un espacio de crecimiento post-traumático donde futuras generaciones pueden prosperar con un sentido de pertenencia y dignidad.
Publicado originalmente en la sección de Opinión de El Nuevo Día.
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